sexta-feira, 24 de abril de 2009

Timor Oriental se emplaza como el último destino virgen de Asia

En uno de los países más jóvenes y desconocidos del planeta destacan sus cumbres y playas desiertas.


Islote de Atauro
Islote de Atauro

Aún quedan destinos por descubrir. Aún es posible llegar hasta una playa virgen, coronar un monte en solitario y bucear entre arrecifes de coral inexplorados. Aún se puede encontrar un remoto poblado tradicional o vestigios coloniales olvidados... sólo hay que atreverse a dar un paso más allá: a Timor Oriental.

En el grupo de islas que se ubican entre Asia y el norte de Australia, entre los océanos Índico y Pacífico, se encuentra Timor Oriental, uno de los países más jóvenes y desconocidos del planeta.

Lejos de las rutas más trilladas del turismo internacional, esta pequeña nación ofrece paisajes naturales y humanos increíbles aptos para todo aquel que busque ceder algunas de sus comodidades a cambio de un viaje con una buena dosis de aventura.


TIMOR ORIENTAL

Nacido en 2002, Timor Oriental ocupa cerca de 15.000 kilómetros cuadrados -un tamaño similar a Las Bahamas o Montenegro- de una isla compartida con la vecina Indonesia, así como un par de islotes menores.

Allí conviven 16 grupos étnicos distintos, la mayoría con tradiciones e idiomas propios, como los tetun, los mambai, los fataluku o los galoli.

Durante más de cuatro siglos, Timor Oriental fue uno de los principales enclaves comerciales portugueses en Asia. La codiciada madera de sándalo era el tesoro que escondía esta distante pieza de su imperio de ultramar. Aunque a diferencia de otras regiones, Timor quedó muchas veces relegado en el olvido de Lisboa. La metrópoli apenas se preocupó de mejorar la situación de los timorenses.

La independencia no llegaría hasta 1999, cuando la presión internacional por los desmanes de Indonesia, azuzados por sucesos como la Masacre de Santa Cruz, obligó a Yakarta a organizar un referéndum en el que los timorenses apoyaron de forma aplastante la separación de Indonesia.

Los resultados provocaron la enésima oleada de violencia con respaldo indonesio: el 80% de los edificios y las infraestructuras fueron parcial o totalmente destruidos; decenas de miles de personas tuvieron que abandonar sus casas.

Desde entonces, Timor Oriental -que carece de cines y sólo disfruta de una heladería- avanza por un complicado camino marcado por tímidos pasos adelante y súbitos tropezones que amenazan con eliminar todo lo logrado.

Las luchas políticas internas y las presiones internacionales fomentan la inestabilidad. Estados Unidos sigue avisando del riesgo latente del país para los viajeros.


DILI

En la actualidad, Dili es una capital somnolienta de cerca de 100.000 habitantes, conocida por su atmósfera relajada e informal y la tranquilidad de sus calles. Apenas hay vehículos cruzando sus calles y los comercios son escasos.

El único bullicio puede encontrarse en los mercados de verduras o tais -un apreciado tejido artesanal- y, las tardes de los fines de semana, en la playa.

Una visita breve a la mayor ciudad de Timor no debe dejar de lado la estatua de Cristo Rey, levantada en un alto en el extremo oriental de la capital; la antigua sede del Gobernador; el Hotel Turismo; la vieja Cámara de Comercio china; la catedral de la Inmaculada Concepción, la mayor del Sudeste Asiático, y la iglesia de Motael; y, por supuesto, el faro y el largo paseo marítimo que abraza la bahía de Dili.

Además, desde la capital de Timor Oriental se puede acceder a varias playas próximas, en su mayoría desiertas, y a Atauro, un islote de menos de 10.000 habitantes, donde se pueden organizar inmersiones en distintos puntos de interés, paseos en barco para observar ballenas y delfines, y caminatas de distinta intensidad por la montaña.


TURISMO

Para quienes buscan terrenos más inexplorados, en Timor Oriental hay varias posibilidades. Una de las rutas más sorprendentes es la que, a lo largo de la costa septentrional, lleva desde Dili a la idílica isla Jaco, en el extremo oriental del país.

El camino ofrece pasajes deliciosos, tanto en la temporada seca como en la época de lluvias -cada una con un paleta de colores bien distinta-, y la posibilidad de dejarse caer por pequeñas localidades como Manatuto, Baucau, Lautem, Tutuala y Com.

Algunas, como Baucau y Lautem transmiten aún aires coloniales con sus posadas, sus mercados municipales y sus escuelas de la era portuguesa. Quienes persigan esta esencia, pueden además acercarse a Maubara, al Oeste de Dili, o a Baguia, donde se emplazan dos decadentes fuertes.

Los más aventureros pueden apostar por adentrarse en el sur del país, subirse a algunos de los autobuses públicos que recorren las maltrechas carreteras del país, y llegar hasta Suai y Viqueque. O, con un breve paseo en ferry, al enclave de Oecussi.


CUMBRES Y BUCEO

Además, Timor Oriental cuenta con varias cumbres por encima de los 2.000 metros que se pueden coronar en un día y sin excesivo desgaste físico. Al oeste se encuentra el monte Ramelau (2.963 metros), el más alto del país, y al este, Matebian, uno de los bastiones de la resistencia timorense durante la ocupación indonesia.

Pero sin duda, el plato fuerte turístico de Timor Oriental es el submarinismo y buceo. Para todo aquel dispuesto a zambullirse en el mar, la costa norte del país ofrece una veintena de puntos de nivel internacional y su estado casi virginal.

Entre ellos destacan, por orden de proximidad a Dili, el Jardin Secreto, la Roca Negra, la Playa Dólar, el Kilómetro 41, los Hoteles, la Roca de Bob, el Punto de los Tiburones Ballena, la Grieta de Jim y Com.

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